En esta situación, siempre queremos proteger a nuestros seres queridos y en especial a nuestros hijos, para que sufran lo menos posible. Pensamos así, que si no les decimos nada o evitamos hablar con ellos, estarán mejor.
También interfiere nuestro propio miedo a cómo hacerlo y si podremos manejar el malestar que produce, así que, que sin darnos cuenta, vamos evitando hablar e intentamos esconder al máximo la situación.
Todo esto es muy humano y normal, pero nos debemos parar a pensar y ordenar todas las ideas y sentimientos.
La realidad es que la enfermedad es un secreto muy difícil de mantener. Habrá muchas señales que indicaran que algo está pasando: visitas a los médicos, ingresos hospitalarios, baja laboral, caída del pelo, caras de preocupación y tristeza, conversaciones a escondidas, llamadas de teléfono más frecuentes, comentarios delante de ellos de amigos o vecinos…
Y si no les damos una explicación sincera y ajustada a sus necesidades y edad de lo que está sucediendo, ellos mismos buscaran sus propias explicaciones, y estas suelen ser mucho más dolorosas y perjudiciales.
Pueden pensar que la situación es mucho más grave de lo que realmente es, o que incluso ha sucedido por su culpa, mal comportamiento o como un castigo.
Por ello, independientemente de la edad, los hijos necesitan saber que está pasando, y que les quieres. Aportarles tranquilidad y seguridad.
Los niños que tienen información veraz en pequeñas dosis sobre la enfermedad de su padre o madre desde el principio, tienen menos ansiedad que los niños cuyos padres tienden a evitar hablar de ella.
ALGUNAS PAUTAS
- Debemos prepararnos previamente para ello, junto a la pareja o una persona de confianza, o buscando la ayuda de un profesional si es necesario.
- En general es importante darles información sencilla pero veraz, que ellos puedan comprender, contarles las cosas poco a poco en función de la edad, nivel de comprensión y darles la oportunidad de preguntar.
- Es conveniente que no pase demasiado tiempo desde el diagnostico, para evitar que ellos hagan sus propias elaboraciones de lo que está sucediendo. Y transmitirle disponibilidad para hablar en cualquier momento si lo necesita o tiene preguntas.
- Que sea la persona diagnosticada quien hable, pero si no se siente capaz, la pareja o una persona de la familia puede ayudarle.
- Si hace preguntas que en ese momento no se sabe la respuesta, decirle que lo vas a averiguar y se lo dirás en cuanto lo sepas.
- No mentir, ni fingir que no pasa nada, ya que puede desconfiar de ti.
- Permitir cualquier expresión emocional de tristeza, rabia, miedo y expresarle que son normales.
- Intenta averiguar si hay algún sentimiento de culpa o malentendido y aclararlo.
- Todos los niños, mayores y pequeños necesitan una información mínima que es:
Nombre de la enfermedad (cáncer)
Localización
Tratamiento
Los cambios que habrá en la familia
- A pesar de los cambios que supone la enfermedad, los hijos tienen que mantener el ritmo de la vida diaria, lo ideal es que los hijos continúen con su actividad habitual o que se interrumpa lo menos posible.
- Pedirles ayuda, ajustado a su edad y madurez. Así pueden sentirse útiles, que forman parte de la familia.
· ANTE LOS CAMBIOS FISICOS: explicarles y prepararles ante los posibles cambios físicos. Satisfacer sus dudas y curiosidad si la tienen. Abordarlo con la máxima naturalidad posible. La respuesta de la persona afectada influirá y condicionara la reacción de los hijos.